Sintesi: riflessione sulla maniera di comunicare, a partire da un consiglio paolino della prima lettera ai corinzi.
«Aunque yo hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, no soy más que una campana que resuena o unos platillos que aturden.» 1 Cor 13,1.
Saber transmitir adecuadamente los mensajes a sus receptores es la misión básica de todo comunicador. Esto incluye implementar el lenguaje adecuado, según las circunstancias: es parte de la estrategia y del reto. Cuando San Pablo menciona “hablar las lenguas de los hombres” me hace pensar, no sólo en los múltiples idiomas de cada país, sino en cualquier código comunicativo en general, desde un jeroglífico antiguo hasta la misma dimensión virtual del internet. Cada especialista deberá profundizar en el propio.
La necesidad de ser capaz de transmitir los mensajes adecuadamente no se cuestiona. Sin embargo, y retomando el texto paulino, ¿Qué resultado tiene hacerlo “sin amor”? Un verdadero comunicador cristiano debe integrar este elemento en su intención y en su actuar. Los corintios de hoy, que podrían ser todos los cristianos de la actualidad (y podemos aplicarlo también a los comunicadores), aunque hablen múltiples idiomas, conozcan las técnicas mediáticas más actuales, estén a la vanguardia en el ciberespacio… si no tienen amor, son nada. Ejemplos sobran, ¿cuántos líderes de opinión, personas con medios de comunicación influyentes o con avanzadas tecnologías, se declaran cristianos, pero transmiten o permiten mensajes con valores que en el fondo van contra la moral?
El amor debe ser un elemento básico en todo acto comunicativo, desde la intención, hasta el contenido. Para evaluar nuestro desempeño al comunicar, basta con revisar si el resultado de nuestra acción portará algún bien o solo generará resultados negativos. Y esta consiga vale desde el mensaje más simple hasta la red comunicativa más compleja con la mejor tecnología. Ciertamente no es una labor fácil, pero es un reto que vale la pena. El mismo san Pablo líneas antes en su carta nos exhorta: “Aspiren a los dones de Dios más excelentes” 1 Cor 12,31. Y comunicar es una gracia extraordinaria, que se convertirá tan solo en un rumor sin sentido que se pierde, sino lleva el código del amor.
La necesidad de ser capaz de transmitir los mensajes adecuadamente no se cuestiona. Sin embargo, y retomando el texto paulino, ¿Qué resultado tiene hacerlo “sin amor”? Un verdadero comunicador cristiano debe integrar este elemento en su intención y en su actuar. Los corintios de hoy, que podrían ser todos los cristianos de la actualidad (y podemos aplicarlo también a los comunicadores), aunque hablen múltiples idiomas, conozcan las técnicas mediáticas más actuales, estén a la vanguardia en el ciberespacio… si no tienen amor, son nada. Ejemplos sobran, ¿cuántos líderes de opinión, personas con medios de comunicación influyentes o con avanzadas tecnologías, se declaran cristianos, pero transmiten o permiten mensajes con valores que en el fondo van contra la moral?
El amor debe ser un elemento básico en todo acto comunicativo, desde la intención, hasta el contenido. Para evaluar nuestro desempeño al comunicar, basta con revisar si el resultado de nuestra acción portará algún bien o solo generará resultados negativos. Y esta consiga vale desde el mensaje más simple hasta la red comunicativa más compleja con la mejor tecnología. Ciertamente no es una labor fácil, pero es un reto que vale la pena. El mismo san Pablo líneas antes en su carta nos exhorta: “Aspiren a los dones de Dios más excelentes” 1 Cor 12,31. Y comunicar es una gracia extraordinaria, que se convertirá tan solo en un rumor sin sentido que se pierde, sino lleva el código del amor.
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